De la religiosidad a la espiritualidad: el desarrollo del hombre desde lo sensorial-instintivo, emocional y racional, hacia las esferas del sentimiento, la inteligencia reflexiva e intuición.

Fuera del marco del cristianismo institucionalizado, seguramente habrá algunos autores que hayan escrito lo que, desde sus perspectivas o las de sus seguidores, se consideren auténticas revelaciones. En lo particular, sólo tengo conocimiento de un par de ellos que codificó visualmente, en forma de grabados, lo que les iba siendo revelado, mientras buscaban los medios para poner en palabras sus experiencias místicas. Se trata del danés Martinus Thomsen y de la venezolana Josefina Chacín Ducharne, quienes, a pesar de vivir en el mismo siglo, probablemente nunca se conocieron.

De acuerdo con ellos, las energías que guían a los seres vivientes se traducen en un abanico de habilidades que conocemos como sensitivas, instintivas, emocionales, racionales, sentimentales, reflexivas e intuitivas. Según ambos, tales logros que se van obteniendo lenta y gradualmente como consecuencia del desarrollo evolutivo de los seres vivos de un modo tal que, las combinaciones que se pueden dar de estas habilidades en general, van en  correspondencia con el estadio evolutivo de su consciencia.

Así, actualmente, en el hombre terreno se está produciendo un cambio que va desde una prevalescencia de lo sensorial-instintivo, emocional y racional hacia un mayor despliegue del sentimiento, inteligencia reflexiva e intuición. No obstante, ocurre que encontramos individuos en los que esta triada está más desarrollada de lo que usualmente observamos, como ocurre en algunos artistas, literatos, auténticos investigadores de diversas áreas, genios, místicos, naturalistas, exploradores y antropólogos.

Igualmente, hay personas comunes que han sobrevivido a eventos singulares, quienes experimentan una suerte de reacomodo de las facultades básicas en relación con una activación de sus capacidades en las esferas de la reflexión, el sentimiento e intuición. Para algunos de  estos seres, la necesidad de una creciente interiorización, una experiencia espiritual auténtica, suele ser más importante que la simple fe religiosa.

Vale la pena destacar que en estos asuntos, conviene más ir a las fuentes originales y pasar por alto las interpretaciones que pueda hacer este servidor, las cuales pueden generar confusiones. En este sentido, voy directo a una cita de Martinus tomada del sitio oficial en la Web del Instituto Martinus, que aparece exactamente en el Apartado 2189 del Volumen 6 de Livets Bog, el cual presenta en la parte superior el siguiente comentario introductorio: » El ser vivo como un «punto fijo» entre un mundo espiritual interior y las reacciones sensoriales de un mundo material, físico exterior.»

«Con respecto a la facultad de la intuición, el asunto es muy diferente. Esta facultad es un sentido espiritual o psíquico al cien por cien. Su función consiste, entre otras cosas, en conducir los impulsos del conocimiento desde la estructura cósmica más profunda del ser hasta su subconciencia y luego hasta su conciencia diurna despierta. Con el desarrollo de la facultad de la intuición, el ser adquiere, de este modo, la facultad de percibir hacia dentro en un campo que se encuentra más allá del mundo físico. Del mismo modo que la facultad de la vista, del oído, del olfato, del gusto y del tacto pueden conducir impulsos de conocimiento desde el mundo físico exterior al interior, a la conciencia diurna despierta del ser, la facultad de la intuición también puede conducir impulsos de conocimiento desde la estructura cósmica más profunda del ser, a través de la subconciencia y hasta la conciencia diurna. Con el desarrollo de la intuición, el ser adquiere, de este modo, la facultad de percibir interiormente, en un campo que se encuentra más allá del mundo físico. Algo parecido sucede con la facultad del recuerdo o memoria. Las experiencias de recuerdos también son experiencias que vienen de dentro y son conducidas hacia la conciencia diurna despierta. Así mismo, tenemos el sentido del instinto, que también constituye una facultad espiritual de experimentar. Con estas tres formas de percepción es imposible experimentar directamente algo de fuera, del mundo físico. El resultado de estos tres conjuntos de sentidos es exclusivamente de tipo psíquico o espiritual y, con ello, por naturaleza mesocósmico, eléctrico. Con este conjunto de sentidos es imposible experimentar materias físicas o reacciones físicas. Para experimentarlas uno tiene sus sentidos físicos externos: la vista, el oído, el olfato, etc. Por medio de estos sentidos, el ser sólo experimenta exclusivamente reacciones de fenómenos físicos o del mundo material físico. De este modo, aquí también se muestra que el ser vivo, físico se encuentra como un «punto fijo» entre dos mundos: el físico y el espiritual. A su conciencia diurna despierta afluyen impulsos del mundo físico exterior e impulsos del mundo espiritual interior. Y el resultado de la reacción conjunta de estos impulsos entrantes y salientes se convierte en la experimentación de la vida del ser, su material de experiencias, su adquisición de conocimiento, su talento, sus alegrías y tristezas, su moral y modo de ser, su odio y amor, su salud y enfermedad, dicho brevemente: todo su destino, tanto el luminoso como el oscuro.»