Por Else Byskov
La gran mayoría de la humanidad sabe que hemos evolucionado de los simios y que, durante decenas de miles de años, hemos alcanzado el estadio en él que nos encontramos hoy. Pero, como especie, ¿hacia dónde vamos? ¿Qué nos espera? ¿Podemos saber algo sobre el futuro? Hasta la fecha, Martinus es la única persona que ha presentado una visión general de nuestro camino evolutivo y hacia dónde nos lleva, es el único que responde con lógica a estas preguntas.

Nuestra existencia es importante para la totalidad
Para comprender nuestro viaje evolutivo, el primer requisito previo es darse cuenta de que no solo vivimos esta vida que estamos viviendo en este momento: somos seres eternos y diminutas cuantías del universo eterno. Nuestra presencia aquí es necesaria y forma parte de un plan mayor. Nuestra existencia es importante para el todo, tan importante como los puntos en una foto de un periódico antiguo lo son para la foto completa. Estamos aquí por diseño y deseo de un ser superior. No importa cómo llamemos a este ser superior, pero ser conscientes de su existencia es un requisito previo para nuestra comprensión de nuestro estadio actual de evolución.
No hace muchos siglos éramos guerreros feroces (y hoy algunos todavía lo son), pero se puede decir que hoy en día la mayoría es gente culta, sensata, tolerante que tiene una moral razonablemente alta. Cuando miramos hacia atrás en la historia, queda claro que nos hemos alejado de estadios muy primitivos y agresivos y que muchas personas hoy en día desaprueban de la violencia, los ataques y los asesinatos.
También está claro que no todo el mundo se encuentra en el mismo estadio de evolución: Algunos siguen siendo guerreros y harán lo que sea para hacerse con la mayor cantidad de riquezas y poder para sí mismos, y si se pierden vidas en el proceso, no les importa en absoluto. Son ellos los menos evolucionados. Otros son muy humanitarios, están preparados para ayudar a otros donde sea que haya un conflicto, y con mucho gusto renuncian a la comodidad de sus hogares para ir a zonas de guerra y aliviar el sufrimiento de quienes puedan. Trabajan incansablemente para asistir, ayudar, sanar, curar, y amar a los de más. Son estos los más evolucionados.
Entre esos dos extremos, tenemos una amplia gama de estadios intermedios de personas que se encuentran en diferentes niveles de su evolución.
El objetivo de nuestra evolución
El objetivo de nuestra evolución es convertirnos en «hombres a imagen y semejanza de Dios», como se dice en la Biblia. ¿Y qué es un «hombre» así? Un «hombre a imagen y semejanza de Dios» es una persona que no puede matar, mutilar, herir, dañar, mentir, robar, alardear, jactarse, presumir, chismear, calumniar y juzgar. Es una persona que no es codiciosa ni celosa, envidiosa, egoísta, orgullosa, narcisista, adoradora de sí misma ni dictadora. Una persona a «imagen y semejanza de Dios» siempre piensa en los demás antes que en sí misma, vive para servir a los demás, y está dispuesta a sacrificar su propia vida para salvar al prójimo. Es sabia, generosa, compasiva, misericordiosa, humana y humanitaria, indulgente, comprensiva, amable y amorosa. Alcanzar este estadio alto de evolución es el objetivo de nuestro largo viaje, y todos nosotros estamos en este viaje. Algunos han progresado más que otros, pero una cosa es cierta: todos llegaremos, tarde o temprano, a la meta. Nadie se pierde en el viaje, aunque a veces pueda parecerlo. Y por cada vida que vivimos, progresamos un poco (y a veces mucho) cada vez.
Ninguna vida se desperdicia o es improductiva; siempre hay progreso, ya sea grande o pequeño. Y no hay prisa, porque la eternidad es nuestra escena y tenemos todo el tiempo del mundo para hacer las cosas bien.
La herramienta pedagógica del viaje
Es obvio que cuando estamos en un viaje de evolución hacia una meta, tiene que haber una especie de mecanismo que se encargue de que aprendamos cosas y de que progresemos y nos volvamos más sabios. Y esa herramienta es el karma. La ley del karma simplemente decreta que cosechamos lo que sembramos, o que lo que hacemos a los demás, eventualmente nos lo hacemos a nosotros mismos.
Entonces, cuando salimos al mundo con el deseo de conquistarlo y convertirnos en reyes y emperadores, tomaremos las vidas de otros hombres y mujeres, ya que representan obstáculos en nuestro camino hacia el poder y la riqueza. Matamos, mutilamos, dañamos y herimos a otros en el camino hacia la cima de nuestros propios deseos. Pero debido a que cosechamos lo que sembramos, seremos, en la misma vida o en una vida posterior, víctimas de nuestro propio comportamiento. Seremos asesinados, mutilados, heridos y dañados. Probaremos nuestra propia medicina y sufriremos en el proceso. Porque hemos sembrado este tipo de comportamiento, tenemos que cosecharlo. Es la ley del karma. Pero el sufrimiento trae consigo el mayor regalo: nuestra capacidad de sentir compasión, lástima y tolerancia. Nos otorga la oportunidad de desarrollar el Amor por otros seres tal y como nos amamos a nosotros mismos. No importa si este viaje toma miles de vidas o cientos de vidas, porque en un universo eterno el tiempo no es un factor, y somos libres de gastar todo el tiempo que queramos para llegar a la meta. Durante una larga serie de vidas, somos moldeados por la vida misma, desde guerreros codiciosos hasta sama ritanos compasivos. No hay otro cami no. El viaje nos lleva indefectiblemente por esta ruta. No hay otra ruta, ningún otro camino para elegir, porque por diseño del ser superior este es nuestro viaje.
Las manzanas en el árbol
Martinus compara los estadios en los que se encuentra la humanidad con las manzanas del manzano: algunas están bastante verdes, duras, agrias y desagradables de comer. Otras están más maduras, no tan duras, ni ácidas y más agradables de comer. Y algunas otras están maduras, dulces, y es un placer comerlas. Estas últimas son el producto terminado del manzano. Es importante subrayar que la manzana no debe ser juzgada por su estadio agrio, de la misma manera que no debemos juzgar a la humanidad por su estadio agrio actual. Es solo un estadio y se superará porque de la misma manera en que todas las manzanas llegarán eventualmente al estadio maduro y dulce, así mismo todas las personas del planeta llegarán eventualmente al estadio maduro y dulce. Este proceso no puede fallar.
Nuestra situación actual
En este momento, en pleno 2020, todavía estamos en el estadio inmaduro y amargo. Cuando miramos el mundo, es fácil ver que aún no hemos llegado al estadio final. Todavía tenemos guerras, asesinatos (de humanos y animales), terrorismo, codicia, hambre de poder, contaminación, egoísmo, intolerancia, ira, odio, falta de respeto por la vida de los demás, miedo y miseria. Pero esto es solo un estadio y la creación del ser humano maduro y terminado es una obra de arte en progreso. Por cada vida que vivimos, damos un paso más hacia la meta. No importa si perdemos nuestra vida en el proceso, porque la muerte es una ilusión y NO somos idénticos a todos esos cuerpos físicos que hemos perdido en el camino.
Somos idénticos a nuestra conciencia, que es un campo de energía, y el hecho de que la energía no se pueda crear ni destruir explica nuestra existencia eterna. En nuestra supra consciencia tenemos un «cuarto» de almacenamiento llamado «elemento de destino» y es donde almacenamos la esencia de todas las lecciones que hemos aprendido a lo largo de nuestras muchas vidas. Durante cada vida que vivimos, vamos agregando lecciones, experiencias y sabiduría a nuestro elemento de destino y de esta manera, crecemos en comprensión, en moral y en capacidad para expresar el amor universal.
Nuestro camino tiene un solo destino: convertirnos en seres humanos verdaderos que solo pueden emanar amor universal, convertirnos en «hombre a imagen y semejanza de Dios». Cuando lleguemos a ese punto, un reino de humanos verdaderos será una realidad en este planeta y, según Martinus, surgirá de 2000 a 3000 años en el futuro. NO HAY MANERA de que este objetivo no se logre, porque es el plan de Dios. Y cuando es el plan de Dios, ¿qué poder puede evitar que se convierta en realidad? Entonces, no nos desesperemos, en estos tiempos de coronavirus. Esta es solo una fase, un proceso de aprendizaje acelerado, un tiempo para reflexionar sobre nuestros errores y tomar acciones para corregirlos, es una gran lección kármica de humanitarismo, tolerancia y amor fraternal en nuestro camino hacia adelante.
